martes, 9 de octubre de 2007

¡Dios mío, hazme culto!

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«A veces me gustaría deshacerme de la responsabilidad de vivir la vida, y cuajarme a ver telenovelas»
David Tremary


«El melodrama, parecido al melólogo pero con varios personajes, es una obra teatral cargada de trozos sentimentales subrayados por música. Etimológicamente el melodrama se define como teatro musical.
»El primero en definir el melodrama fue el filósofo francés Jean-Jacques Rousseau. Rousseau lo definió con las siguientes palabras: "un tipo de drama donde las palabras y la música, en vez de caminar juntas, se presentan sucesivamente, y donde la frase hablada es de cierta manera anunciada y preparada por la frase musical".
»La influencia del premio Nóbel Jacinto Benavente asentó las bases del melodrama actual. El melodrama está presente en la televisión como telenovela.
»En la actualidad el término melodrama se aplica a cualquier obra actoril en formato audiovisual donde las emociones del espectador sean inducidas o favorecidas por la música, y que esto se haga de una manera muy marcada. Cabe notar que el cine y las series de televisión suelen utilizar a profusión la musicalización para transmitir o inducir las emociones, sin embargo, el término melodrama no se les aplica por lo general, pues tal término se ha convertido en una etiqueta despectiva, para las obras que intentan inducir más emoción con su musicalización y con el sentimentalismo exagerado, que con su contenido.» (http://es.wikipedia.org/wiki/Melodrama)
Melodrama es la tercera exposición de Regato208 / Espacio de Arte Contemporáneo y la primera donde los cuatro integrantes de este casi-casi-colectivo epónimo muestran el trabajo que han venido desarrollando en los últimos meses.
En esta ocasión no hubo un tema definido, no son piezas mandadas a hacer para encajar dentro de tal o cual proyecto, sino el resultado de sesiones donde las motivaciones, las debilidades y cualidades de ideas que pueden convertirse en piezas se discuten en grupo hasta obtener el resultado que se buscaba (como piezas individuales). Sin embargo, la lectura de las piezas en su conjunto resulta sumamente divertida, abordando desde el particular punto de vista de cada autor y de manera desenfadada e inocente, temas que de tan recurrentes pueden parecer ya tópicos: El conflicto (ante uno mismo y ante los otros), la religión, el sexo, el mito, la mujer y el amor –siempre el amor –.
Cada una de las piezas que se presentan es como un enunciado; tienen sujeto y predicado. Si bien el sustantivo difiere en cada caso (yo, tu, él[la], nosotros… etc.), el verbo va más o menos por el mismo rumbo y nos presenta a alguien que, ya sea voluntariamente o forzado, se encuentra en una situación vulnerable de la que no quiere o no puede salir. Así, Ricardo Salcido nos muestra un políptico y un «mural» donde, no sin resentimiento, se habla de desigualdad y la opresión; unos simpaticos beanies donde los opresores se vuelven objetos coleccionables; un clamor derrotista sin destinatario definido donde se reniega del futuro porque seguramente, como todo lo demás, será insoportable y, por último, unas pegatinas de una familia feliz… lleve las suyas para pegarlas en su automóvil. Salcido cumple en esta muestra el rol del adolescente; sabe lo que se espera del él como tal y se divierte dando gusto, ofreciendo tan pocos argumentos y tanto sarcasmo en su discurso panfletario que el espectador no sabe exactamente cómo reaccionar.
Omar Ortiz es un pintor que parece haber descubierto recién que no tenía que pasarse la vida haciendo paisajes y últimas cenas y que, de hecho, no tenía que ser pintor, que por el momento el dibujo le ofrecía la mejor posibilidad de resolver sus piezas, en donde se aprecia que aun no se conoce del todo cuáles son aquellas reglas que se quiere romper pero, sin embargo, la idea de la transgresión está presente: Ortiz nos muestra un dibujo de unas hermanas siamesas peleando por un vestido –cualquier parecido con las batallas campales en época de rebajas no es coincidencia, como tampoco lo es la casi tímida crítica a la gente cuyo mundo es así de pequeñito (y se que te reirás) y monotemático – y su contraparte: una Marilyn Monroe para nada vacía –perdón por la metáfora facilota –; unos dibujitos cheap & chic en bonito satín de $15.00 el metro y pedrería de plástico y unas interesantes frases sumamente parecidas al famoso cuento de Monterroso (aunque en unos casos le tira más a filosofía de calendario) escritas en tiras de plástico de etiquetar (cheap & cheap).
Ricardo Luján es un pintor ansioso de contemporaneidad cuyas piezas resultan casi siempre más elegantes y sutiles de lo que planea y que siempre se debate entre ser un joven artista de propuesta o un joven artista de encargos, resultando más o menos exitoso en ambas cosas al tiempo que compra todas las revistas de arte pero no lee ninguna. Lujan nos presenta su versión de los mitos de Leda y Ganímedes, reinterpretando y actualizando (como se hace desde el Renacimiento) las historias clásicas; vemos también una nueva pieza dedicada a Bety Page, su más reciente fetiche; un retrato de su padre como joven boxeador en una jungla tropical donde sus guantes y técnica son poco más que inútiles y una pequeña escultura de un dinosaurio donde los ornamentales motivos presentados en su serie anterior (Pimper) se vuelven más permanentes y menos pertinentes.
Jorge Ortega, particularmente cansado de que se diga que su obra es de estilo manga, presenta dos piezas que son consecuencia natural de otras presentadas en la exposición Katari-be: una virgen decorada con círculos, donde el título cambia radicalmente el discurso de las tres vírgenes presentadas con anterioridad, y otro nuevo gráfico inspirado en los mándalas orientales complementado con la letra de otra canción preadolescente (con la interesante taxonomía que dicho adjetivo plantea: ¿adolescente?, ¿postadolescente?, ¿neoadolescente?, etcétera). Continuando con la temática religiosa, Ortega exhibe una pieza que consiste en matamoscas bordados con rafia, donde se explora el acto de despojar de su función a un objeto utilitario a través de la decoración y, finalmente, un díptico donde se muestra la relación, normalmente antagónica, de los opuestos a través de la vainilla y el chocolate.
Lejos de hablar de lo que esta in y lo que esta out, de la vanguardia, la tradición, lo canónigo, lo sagrado, lo sublime, lo arrobador, lo magnífico, lo maduro, lo sensible, lo onanista, lo culto, lo institucional, lo extraño y maravilloso, lo moderno (or whatever), lo monumental y demás adjetivos curiositos; dejando de lado nuevas tendencias y viejas corrientes, en Melodrama se muestra el trabajo de un pequeño grupo de artistas emergentes que discurren sobre aquellas situaciones que les son familiares y que son coherentes con su formación, sus vivencias y el marco geográfico, histórico y social que les tocó vivir. Si bien a los artistas aquí expuestos no se les llena la boca al hablar, por ejemplo, de la ruptura, si se puede observar cierto orgullo al saber que no se presentan piezas que son bonitas por bonitas, cultas por cultas, o novedosas por novedosas, sino que detrás de ellas hay un proceso indispensable, «justo y necesario» en la elaboración de todo discurso.
Por cierto, el nombre de la exposición es irónico. Aquí, queridos espectadores, no encontrarán efectos especiales.

1 comentarios:

Santiago Solís Montes de Oca dijo...

Hola

No puedo evitar no comentar ni mucho menos criticar (de forma constructiva espero). Primeramente muchas felicidades por tener ese espacio para el arte contemporaneo (evitare el uso de acentos, disculpen) a pesar de vecinos quejosos y un tanto ignorantes de lo que pasa mas alla de las narices y de las novelas de televisa (tal vez debio haber subido a ver este melodrama). De verdad creo que este espacio, si perdura, podra ser mitico y un punto de referencia obligado en los planteamientos del arte local.
Segundo hace mucho calor alla arriba.
Tercero hay va lo bueno: sobre la obra de Jorge Ortega es indiscutible decir que la critica del "manga" hizo mella para bien, presentando obra fotografica con una gran sensibilidad conceptual posiblemente un mayor formato ayudaria a resaltar las cualidades formales y por ende un mayor impacto de idea.
Sobre Ricardo Salcido sus soluciones sobre condiciones humanas me parecen muy acertadas cuando es dibujo de linea, no tanto en el color (que no lo necesita) ni en el mural que lo senti forzado y apresurado, la realidad es mas real en blanco y negro (octavio paz).
La obra de Ricardo Lujan me es grata al saber que lejos de "pimp" sus cualidades tecnicas para una formalidad economica (al decir que una obra no necesita mucha pintura, sino precision, vease modigliani) me son arrolladoras, creo que tambien un mayor formato ayudaria a la obra. En lo que no concuerdo mucho es la pieza "dinosaurio" (disculpen no saber los nombre de las obras) forzada y tecnicamente floja.
Por ultimo los trabajos de Omar Ortiz, en especial los "satinados" me fueron gratos a la vista y a la metafora, construcciones simples y por ende directas. Marilyn tiene defectos tecnicos.

Esto dista mucho de ser una gran critica, solo es un punto de vista personal, parcial e intemporal, de seguro con el tiempo tanto la galeria como sus exponentes vendran a mas, porque talento hay carajo.

Saludos, buen dia
Santiago Solis Montes de Oca

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