jueves, 29 de noviembre de 2007

Los viejos tiempos siempre fueron mejores...

Este post se refiere a una de las exposiciones presentadas en el Instituto Municipal del Arte y la Cultura, cuando recién comenzaba el proyecto 2A Arte Actual, que ahora parece estar tres metros bajo tierra (Dios lo tenga en su gloria).

La exposición titulada
La hora feliz, es, según mi particular punto de vista, el proyecto más interesante de los que se han presentado en los últimos años en las salas del IMAC.

Helo aquí-





LA HORA FELIZ

Pintura y dibujo de Leonardo Ramírez González
23 de junio a 14 de julio de 2006
Sala Guillermo Bravo
Instituto Municipal del Arte y la Cultura de Durango
Durango, Durango
La hora feliz no es precisamente una exaltación del todovale frecuentemente encontrado en el arte contemporáneo, aunque sin duda es un proyecto fruto de las circunstancias. Verán, hace años que Leonardo Ramírez planeaba una exposición de piezas pintadas directo sobre el muro, mucho antes del boom que ahora podemos ver en algunos museos y galerías del país. Sin embargo lo único que estaba claro en este proyecto era el soporte, lo que se necesitaba era contenido, un pretexto.
Antes de contarles más de esta exposición he de ponerlos en antecedentes sobre la obra de Leonardo. Siendo él un artista multidisciplinario cuya obra permanece en constante cambio y experimentación, encuentro solamente un común denominador en su trabajo: utilizar como materia prima algo que no fue concebido para la función en la que el artista lo coloca, y si esta materia prima es gratuita tanto mejor.
Después de años de conocer la obra de Leonardo la he nombrado –siempre a sus espaldas, of course –Arte Rapiña, puesto que se apropia compulsivamente de signos de otros artistas, como en su pieza La mascota preferida de Gabriel Orozco, que es un cerdo pintado sin la parte central de su cuerpo, emulando el Citroën, o la copia del objeto usado en la pieza Mis manos son mi corazón que usaba como pisapapeles en su despacho; apropiándose también de material de su oficina como en los cuadros de la serie Doméstica, hecha con fotocopias tomadas en el trabajo, o los vestidos de masking tape realizados con rollos y rollos de cinta incautada a la Universidad de Guanajuato. Detalles por el estilo me hacían pensar en que su proceso creativo comenzaba una vez que su urraca interior se había apoderado de algún guijarro brillante.
La hora feliz comienza más o menos así; con el hallazgo de un folletito/historieta en la calle Altavista en el DF. En este folleto se narra, según el propio Leonardo: “una lacrimógena historia de una familia desintegrada por la adicción al alcohol para posteriormente redimir a parte de sus protagonistas en una historia de amortz, reunificación familiartz y religión.”
Una vez que el folleto apareció paso a ser diseccionado por el artista, iniciando un proceso exhaustivo de cortar y pegar, generando una suerte de cadáver exquisito, conjugando en una misma hoja de papel diferentes fragmentos del folleto; sacando de su contexto original los trazos y dibujos primarios para colocarlos luego en el blanco e inmaculado cubo de la sala de exposiciones, un contexto radicalmente diferente y usualmente legitimador.
Regresemos a la idea del pretexto ¿Era necesario un tema como la redención de los vicios, leit motiv de la comedia, donde el protagonista resulta redimido una vez que el proceso de purificación ha sido sorteado? Yo en lo particular opino que no. En este caso el discurso de la obra no sigue un guión narrativo, por lo menos no el que el folleto sigue, y esta temática etílica sirve solamente como pretexto para el alarde de las cualidades formales del dibujo y del proceso creativo del cual es resultado. La obra exhibida en La hora feliz nos presenta el continente por el contenido, la cáscara por el fruto, pura esencia de la posmodernidad y, una vez más, el empleo inadecuado de la máxima de McLuhan: “El medio es el mensaje”. Así, esta exposición, este pretexto, se convierte en una reflexión acerca del dibujo y pone en evidencia su capacidad de transmutar el sentido primario de las cosas; en este caso, a través de la ironía o incluso de la descalificación del material que dio origen al proyecto (y entre líneas ridiculizando los excesos del mainstream y los dimes y diretes del mercado del arte).
La obra que ahora contemplamos, gracias en gran parte a las reducidas dimensiones de la sala, no nos satura de sensaciones artísticas. Es evidente por el tratamiento formal de las piezas que la intención del autor no es discurrir sobre el oficio de dibujante ni sobre la destreza técnica a la obra, por el contrario se abunda sobre la búsqueda y el hallazgo de estímulos visuales a través de hechos completamente fortuitos –una vez más el descubrimiento del folleto –para transformar los signos visuales propiciando la libre interpretación de los mismos por parte del espectador, sin pautas externas que le digan cómo es que la obra debe ser interpretada. ¿Dónde queda entonces la intervención del artista? Simplemente en el empleo de una retórica distinta a la del material original. La elocutio gráfica se manifiesta a través de pocas y sencillas figuras: sinecdoque, hipérbole e hipérbaton, lo suficiente como intervención y lo justo como interpretación.
El resultado de la exposición es, para el espectador duranguense (el contexto una vez más es primordial), una experiencia estética inusual que se genera a partir de la realización de las piezas in situ, donde el artista utilizó para el desarrollo del proyecto sólo su intuición como hilo conductor y se aproxima a una experiencia teatral, fundamentada en la improvisación, donde el resultado final no puede ser anticipado ni siquiera por el autor, sino solamente experimentada por el espectador una vez que la obra está terminada.
Jorge Ortega del Campo
¿Habrá esperanza para mí?
pintura sobre muro
medidas variables
2006


Tres años después
pintura sobre muro
medidas variables
2006


Apuntes
fotocopias y masking tape
medidas variables
2006





De la serie
La hora feliz
grafito sobre papel
20 piezas de 42x59 cm
2006























Aquí la ceremonia de inauguración... muy divertido, recuerdo, que de coctel hubo café y donas.


Aquí la Lic. Carmén Ruiz (amiga entrañable) de maestra de ceremonias. A sus espaldas un servidor (hace 10 kilos), el director del ICED , Luis Ángel Martínez Diez y la entonces directora del IMAC, Corín Martínez Herrera.

Aquí el maestro Leonardo Ramírez, dirigiendo unas palabrillas al respetable.

Aquí el rancherísimo corte del listón.


Y aquí los que estuvieron y salieron en la foto









Aquí un texto de la curadora regia, Rocío Cárdenas, con motivo de su excursión a Ciudad Alacrana a ver la expo de Leo.

“Arte Joven en el Norte de México”
El pasado viernes 23 de junio se inauguró la exposición individual “La Hora Feliz”, en el Instituto de Cultura de Durango. El artista visual Leonardo Ramírez realizo una intervención in situ especialmente planeada y curada por Jorge del Campo, joven duranguense quien a su corta edad (25 años) esta iniciando una serie de proyectos de arte joven desde la capital de este estado del norte de México. La intervención resulto exitosa y salvando las limitaciones de un espacio reducido, la escasez de recursos y un público poco habituado a contemplar este tipo de manifestaciones artísticas cabe mencionar que se llevo a cabo un trabajo de primera.
La hora feliz corresponde a una necesidad expresiva ya añeja para el artista Leonardo Ramírez quien años atrás ya tenía pensado realizar una intervención sobre muro. Me parece que este proyecto encaja muy coherentemente con las circunstancias de vida de un artista como Leonardo quien es originario de Guanajuato cuyo trabajo como promotor y como productor se ha destacado a partir de su relación continua con proyectos culturales y artísticos que han tenido como objetivo principal el crear redes comunicantes entre diferentes centros de creación artística fuera de la ciudad de México donde actualmente reside. Ya que además de productor visual desarrolla su actividad profesional como curador. En el terreno de la nostalgia podríamos hablar muchísimo ante La Hora Feliz, pero definitivamente no se trata de una exposición romántica o anacrónica, temáticamente hablando sino de una oportunidad de externar una forma de trabajo que de manera continua realiza Leonardo Ramírez, el cual consiste en dejarse atravesar por los objetos, las personas y los eventos que le salen al encuentro transformándolos a través de su visión como artista.
El leiv motiv de esta exposición parte de una anécdota totalmente descontextualizada y reinterpretada en los muros de la pequeña sala de exhibición del Instituto de la Cultura de Durango, un folleto panfletario de carácter cristiano que pretende alejar del alcohol a los padres de familia de clase baja ante una serie de imágenes tipo comic norteamericano de los años 50 s.
La Hora Feliz no propone construir nuevas imágenes, sino señalar aquellas que, no teniendo intencionalidad estética como fin, la posibilitan[1]. Podríamos hablar del término de artista proyectista ya que en este caso especifico alude al sentido del trabajo realizado directamente en el muro bajo el pretexto de un objeto encontrado. Esta dinámica de trabajo bajo condiciones no previstas, no es nueva, sin embargo nos remiten a una forma de encuentro que el público duranguense no conoce o por lo menos no de una manera continua o formal mediante el acercamiento a espacios específicos como museos de arte contemporáneo o galerías de arte joven.
Desde esta perspectiva resulta conveniente mencionar que la mayoría de los artistas o productores de arte contemporáneo de Durango radican fuera de su tierra. Y la labor que como curador y promotor esta iniciando Jorge Ortega es muy valiosa, al tratar de vincular de manera propositiva exposiciones que de alguna u otra manera acerquen al público de Durango a sus jóvenes artistas.
Con respecto a la exposición La Hora feliz el texto curatorial de Jorge Ortega aclara lo siguiente: “La hora feliz no es precisamente una exaltación del todovale frecuentemente encontrado en el arte contemporáneo, aunque sin duda es un proyecto fruto de las circunstancias. Verán, hace años que Leonardo Ramírez planeaba una exposición de piezas pintadas directo sobre el muro, mucho antes del boom que ahora podemos ver en algunos museos y galerías del país. Sin embargo lo único que estaba claro en este proyecto era el soporte, lo que se necesitaba era contenido, un pretexto.
La hora feliz comienza más o menos así; con el hallazgo de un folletito/historieta en la calle Altavista en el DF. En este folleto se narra, según el propio Leonardo: “una lacrimógena historia de una familia desintegrada por la adicción al alcohol para posteriormente redimir a parte de sus protagonistas en una historia de amortz, reunificación familiartz y religión.”
La obra de arte ha sido siempre fundamentalmente susceptible de reproducción. Lo que los hombres habían hecho, podía ser imitado por los hombres[2]. Los alumnos han hecho copias como ejercicio artístico, los maestros las hacen para difundir las obras, y finalmente copian también terceros ansiosos de ganancias. Frente a todo ello, la reproducción técnica de la pieza La hora Feliz se impone de manera intermitente creando posibilidades de lectura que le permiten al espectador establecer nuevas maneras de encontrar mensajes. Utilizando para ello la técnica básica del objeto encontrado y reproducido a la cual tiene acceso el artista mediante su universo cotidiano valiéndose para ello de todo aquello que aparentemente es irrelevante ante los ojos de los demás.
El trabajo que se presento en la Hora Feliz consistió en 2 murales realizados de forma monocromática (pintura negra sobre muro blanco) evidenciando el drama existencial que el comic narraba sobre la historia de un padre alcohólico que maltrataba a su familia. El contraste se podía observar evidentemente ante la primera pared del área de exposiciones que presentaba una serie de dibujos onomatopéyicos en los cuales se podían leer frases como “el corcho cócteles”, “claro que si! Volveré pronto!”, “siento un peso tan grande en mi corazón, abra esperanza para mi?”, “Tía Maria ahí viene el borracho”.
En el muro central podemos observar la imagen de un padre de familia y/o ministro religioso que de la mano camina hacia la entrada principal de una iglesia del tipo episcopal norteamericana. La imagen remite a una bella pradera. Y el punto de fuga esta centrado en la figura del padre o del poder que de alguna manera guía a estos dos pequeños hacia el camino de la fe. Circunstancias que definitivamente crean una paradoja al descontextualizar el sentido del comic mediante la ausencia del dialogo escrito colocando unas volutas de palabra en las cuales no hay texto alguno. Enfatizando el sentido de la permeabilidad de la obra artística ante el espectador. A un costado de este mural (central) podemos ver una serie de recortes y fotocopias del panfleto utilizado como pretexto para la creación de esta intervención. A un lado como parte final y no por ello menos importante se colocaron una serie de dibujos realizados a lápiz de diferentes detalles de la parte central del folleto. Imágenes interesantes e inmediatas tomando en cuenta que al igual que la creación de esta obra fueron resueltas bajo la premisa de la desintegración y la relectura de un documento que a fin de cuentas podía generar detonantes tan variados como los que se pueden apreciar en el resultado final de esta intervención in situ La Hora Feliz.
Leonardo Ramírez no es oriundo de la tierra del alacrán pero su papel como promotor de un grupo de artistas de Durango ha sido fundamental incluso para que Jorge Ortega se aventurara a iniciar una carrera como curador. Y desde mi perspectiva creo que es importante contribuir, aunque sea de una manera modesta, a la formación de nuevas redes que de manera emergente se van formando entre los productores, artistas y curadores fuera de la vitalidad del centro del país.
El arte que surge y se da a conocer desde el norte de México exalta de una manera bastante clara la necesidad de crear públicos y aprovechar el surgimiento de nuevos espacios, de nuevas carreras curatoríales y de cronicas alternativas que narren fuera del mainstreat lo que sucede en eso que aparentemente se pierde en la “provincia”.
Las dinámicas ingenuas quedan fuera de lugar y debemos entonces hacer nuestra chamba y hablar de lo que hace el vecino. Monterrey es un centro generador de acciones consolidadas de difusión y producción de arte contemporáneo que definitivamente tiene que ampliar su visión sobre lo que sucede fuera de la ciudad de las montañas. En el caso de Durango lo que ocurre en su capital esta fuera de mi alcance, sin embargo si me queda claro que en cuanto a trabajo y esfuerzo por crecer en lo cultural y en lo artístico tienen mucho que aportar no solo al norte de México sino a todo el país.
Una servidora se aventuro a manejar 8 horas para llegar a Durango vía carretera desde Monterrey y sinceramente fue una gratísima experiencia. Los paisajes tipo western y la aridez de la tierra contrastaban hermosamente con cielos azules dignos de película de Clint Eastwood. Quizás el viaje y el sentido del road move es una manera metafórica, pero real de como podemos buscar caminos para hablar del encuentro con lo desconocido y enfrentar de una manera tal vez menos pasiva las premisas de validación del arte contemporáneo. Saliendo un poco de las dinámicas urbanas que hacen que estemos sentados esperando que las cosas sucedan. Invadidos de esa idea de que hay muchos por ahí que están esperándonos para descubrir nuestro talento periodístico, curatorial o artístico de cualquiera de los protagonistas de nuestra película. Así que si se animan a descubrir nuevos paisajes en el arte contemporáneo, acudan a visitar la exposición La Hora Feliz que en el Barrio de Analco de la ciudad de Durango, en la Sala Guillermo Bravo. Instituto Municipal del Arte y la Cultura de Durango, Arista 210, Barrio de Analco, Durango, Durango, se exhibirá hasta el 24 de julio. Rocío Cárdenas (1975)



[1] · Néstor García Canclini, Vanguardias artísticas y Cultura Popular, ed. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1973.

[2]walter benjamin “Discursos interrumpidos” en la obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica

Directorio

Ing. Jorge Herrera Delgado
Presidente Municipal de Durango

Ing. Corín Martínez Herrera
Directora del Instituto Municipal del Arte y la Cultura

Lic. Carlos Cazares Ramírez
Subdirector del Instituto Municipal del Arte y la Cultura


M. Jorge Armando Ortega del Campo
Curaduría

Leonardo Ramírez González
M. Jorge Armando Ortega del Campo
Montaje


Agradecimientos:
Lic. Raymundo Miranda
Ing. Lizbeth Caudillo Castillo
M. C. Martha Elia Muñoz Martínez

domingo, 25 de noviembre de 2007

LA TEMPESTAD...

La estética de lo cruel


La obra de Ricardo Salcido es ácida, crítica, aguda; sus personajes, elaborados con una simplicidad gráfica son protagonistas de una cómica monstruosidad que alude con eficacia a los aspectos más decadentes de lo cotidiano. Su lenguaje se despliega en una ejecución de inmediatez expresiva: en pocos trazos es capaz de capturar la esencia del tortuoso existir de criaturas vivientes que semejan mutantes, parte humanos parte animales, que enfrentan dramas diversos que pueden provocar repugnancia o simpatía. No es una obra que recoja los aspectos más amables de la vida, sino que se muestra, en momentos, siniestra y cruel, haciendo de ella un excelente ejemplo de expresionismo gráfico. Es recurrente la escena del phagos en donde el personaje devora o es devorado, algunos de ellos hacen gala de poderosas dentaduras que refuerzan los gestos desesperados y angustiosos de sus cuerpos deformados seguramente por algún vicio contraído. Ricardo Salcido gusta de crear sus imágenes haciendo una fusión entre la técnica tradicional de dibujo a tinta y la imagen digitalizada logrando un resultado original y elocuente que satiriza sin miramientos la debilidad humana y que impregnado del humor negro necesario nos acerca sin duda alguna a presenciar con curiosidad y asombro el fascinante exorcismo de la psique.


Carlos Cardenas




Un monstruo fracasado
en un lugar solitario
Lasergrafía sobre papel
41.5 x 26.5cm
2007

En la panza de la
ballena asesina mutante
Lasergrafía sobre papel
41.5 x 26.5cm
2007



La sala de espera
de la clínica de quemados
Lasergrafía sobre papel
41.5 x 26.5cm
2007

El fantasma con
delirio de persecución
Lasergrafía sobre papel
41.5 x 26.5cm
2007



El huérfano abandonado
por barbudo
Lasergrafía sobre papel
41.5 x 26.5cm
2007


El comedor de óxido cúprico
Lasergrafía sobre papel
41.5 x 26.5cm
2007


Nacimiento y escape
del pequeño caníbal
Lasergrafía sobre papel
41.5 x 26.5cm
2007


El comedor de sosa cáustica
Lasergrafía sobre papel
41.5 x 26.5cm
2007


¡Vuelve, no me dejes vivo
por favor!
Lasergrafía sobre papel
41.5 x 26.5cm
2007


La inolvidable experiencia
de las gorditas de medicina
Lasergrafía sobre papel
41.5 x 26.5cm
2007


El fantástico ser
mitológico vidente
Lasergrafía sobre papel
41.5 x 26.5cm
2007



La lluvia de napalm
en la fábrica de chocolates
Lasergrafía sobre papel
41.5 x 26.5cm
2007